El l viernes, en medio del maremoto digital que trajo la difusión del ransomware WanaCrypt0r por todo el mundo, Google avisó de un cambio fundamental que traerá Android O , la próxima versión de su sistema operativo para dispositivos móviles (y de la que sabremos más el miércoles, cuando comience Google I/O, el encuentro anual que hace la compañía para desarrolladores).

Android O es un nuevo intento por resolver uno de los problemas eternos de Android: la disponibilidad de una actualización del sistema operativo para dispositivos antiguos.

Para muestra, un botón: la compañía tendrá listo Android O en septiembre, pero la versión anterior (Nougat) está apenas en un 7 por ciento de los equipos en el mercado.

Tener una nueva versión del sistema operativo es importante, porque incluye funciones nuevas, tanto las que son visibles para el usuario como las que habilitan a los desarrolladores a aprovecharlas y crear mejores aplicaciones.

Según publicó Google en su página para desarrolladores, la razón por la que la mayoría de los fabricantes tarda tanto tiempo en ofrecer una actualización para un teléfono o tableta es que el proceso es muy complejo y costoso. Y por eso Android O trae un diseño modular, parte de lo que la compañía llama Proyecto Treble: la idea es que Google pueda actualizar los componentes del sistema operativo sin que esto afecte a la capa de personalización que algunos fabricantes (Samsung, LG, Huawei) agregan sobre ella. Otros (Motorola es el caso más conspicuo) logran actualizaciones más veloces precisamente porque incluyen menos modificaciones en el sistema operativo.

Google dio un primer paso en este punto con los Nexus, los Píxel y los AndroidOne (en los que la compañía tiene una injerencia directa en la actualización, más allá de quién fabrica el dispositivo).

Y un segundo paso cuando separó sus aplicaciones del sistema operativo, para poder actualizarlas (el cliente de correo, el navegador, la tienda, el reloj, el calendario, etcétera).

Este es otro; Google separa en Android el código que hacen los fabricantes de hardware para hacer que Android funcione en sus componentes (los procesadores de Qualcomm o Samsung, los chips gráficos, etcétera; va más allá de los drivers), del que hace Google en sí (el sistema operativo y sus funciones) y del que agregan los fabricantes de teléfonos (cambios cosméticos, herramientas adicionales que suman Samsung, LG, Huawei, HTC, Xiaomi, Lenovo, etcétera).

En teoría, todos deben seguir una serie de reglas y definiciones que impone Google, y que aseguran la compatibilidad: así, Google sólo tiene que crear una versión de su parte de Android, y ésta correrá en todos los equipos; y una marca puede ofrecerla a sus clientes sin tener que esperar a que el fabricante de hardware la adapte. Se parece más a como es Windows, aunque éste es más caótico (los drivers a veces se actualizan, a veces no, pero el sistema operativo intenta funcionar igual).

Si lo logrará o no es otro tema. Los usuarios hoy asumen (con razón) que las actualizaciones deben estar disponibles para todos los dispositivos compatibles (como en iOS, en Windows o como era en BlackBerry o Windows Phone), porque mejoran su experiencia. Y algunos eligen un dispositivo en base a esto, aunque son la minoría.

Pero a diferencia de los verticales como Apple (que ganan con el hardware, la venta de aplicaciones y servicios asociados), el incentivo para actualizar un smartphone con Android es muy bajo: un equipo que se actualiza es uno cuya vida útil se extiende, y es una renovación de hardware que se pospone.

Como sea, ojalá que el Proyecto Treble prospere, y que el número de dispositivos Android que se actualizan con frecuencia (a partir de Android O; no incluye a los anteriores) aumente.

Fuente: La Nación.

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